foto: Constanza Niscovolos, 2008
No nos equivoquemos: nuestra reivindicación no es solamente una respuesta a la muerte de las mujeres, por no tener la posibilidad de poder efectuarse un aborto en condiciones asépticas en un hospital público. Es algo mucho más profundo que toca a la igualdad, a la democracia, a la libertad.
Comenzando por la igualdad, repetimos: si las mujeres que pueden pagarse un aborto lo hacen en condiciones médicas y de asepsia correctas, mientras la gran mayoría de las pobres no vacila en hacérselo ellas mismas introduciéndose alguna rama de una planta o yendo a una mujer del barrio que les coloca una sonda, con todos los riesgos que ello significa y que ellas bien conocen, la desigualdad salta a la vista.
Con respecto a la democracia, a aquellas y aquellos que luchamos por otra sociedad, en la que no existan ni desigualdades ni privilegios, se nos impone avanzar desde ya, aunque no hayamos conquistado el mundo que anhelamos, en todas las formas democráticas posibles. Es una manera de preparar la transformación de la sociedad, y qué democracia puede haber cuando las mujeres somos tan postergadas en nuestros derechos. Por eso cualquier paso adelante en este sentido es afirmar y dinamizar la democracia.
Lo mismo puede decirse de la libertad: somos ciudadanas y no tenemos por qué someternos a las imposiciones de un Estado cuya alianza con los sectores fundamentalistas es evidente. Hay que seguir avanzando: hemos logrado algunos pasos adelante; apoyándonos en ellos, hay que continuar hasta obtener legalmente o fuera de la legalidad los derechos que nos corresponden, independientemente de que nos sean reconocidos o no.
Y sobre todo porque nadie puede sustituirnos en las decisiones que nos implican, porque tienen relación con nuestra vida, con nuestros sentimientos, con nuestra responsabilidad como seres humanos, y sin embargo nunca fuimos consultadas, como si no fuéramos ciudadanas.
En esta lucha está en juego nuestra propia dignidad, y por eso decimos que no es una simple reivindicación: no ser consideradas como cosas, sino como seres humanos dispuestos a vivir una vida digna de ser vivida.
Dora Coledesky Fanjul, Buenos Aires, junio 2003
No nos equivoquemos: nuestra reivindicación no es solamente una respuesta a la muerte de las mujeres, por no tener la posibilidad de poder efectuarse un aborto en condiciones asépticas en un hospital público. Es algo mucho más profundo que toca a la igualdad, a la democracia, a la libertad.
Comenzando por la igualdad, repetimos: si las mujeres que pueden pagarse un aborto lo hacen en condiciones médicas y de asepsia correctas, mientras la gran mayoría de las pobres no vacila en hacérselo ellas mismas introduciéndose alguna rama de una planta o yendo a una mujer del barrio que les coloca una sonda, con todos los riesgos que ello significa y que ellas bien conocen, la desigualdad salta a la vista.
Con respecto a la democracia, a aquellas y aquellos que luchamos por otra sociedad, en la que no existan ni desigualdades ni privilegios, se nos impone avanzar desde ya, aunque no hayamos conquistado el mundo que anhelamos, en todas las formas democráticas posibles. Es una manera de preparar la transformación de la sociedad, y qué democracia puede haber cuando las mujeres somos tan postergadas en nuestros derechos. Por eso cualquier paso adelante en este sentido es afirmar y dinamizar la democracia.
Lo mismo puede decirse de la libertad: somos ciudadanas y no tenemos por qué someternos a las imposiciones de un Estado cuya alianza con los sectores fundamentalistas es evidente. Hay que seguir avanzando: hemos logrado algunos pasos adelante; apoyándonos en ellos, hay que continuar hasta obtener legalmente o fuera de la legalidad los derechos que nos corresponden, independientemente de que nos sean reconocidos o no.
Y sobre todo porque nadie puede sustituirnos en las decisiones que nos implican, porque tienen relación con nuestra vida, con nuestros sentimientos, con nuestra responsabilidad como seres humanos, y sin embargo nunca fuimos consultadas, como si no fuéramos ciudadanas.
En esta lucha está en juego nuestra propia dignidad, y por eso decimos que no es una simple reivindicación: no ser consideradas como cosas, sino como seres humanos dispuestos a vivir una vida digna de ser vivida.
Dora Coledesky Fanjul, Buenos Aires, junio 2003
1 comentario:
Siempre siempre la llevo en el recuerdo... se nota su ausencia!
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